martes, 18 de octubre de 2016

Proceso álbum de fotos:
Me propuse, como siempre desde que me conozco, una tarea difícil. Pude haber ido por un camino seguro y conocido, pero no, elijo lo complicado e incierto. Para hacer este álbum primero lo imaginé, sabiendo que me iba a conformar con lo que pudiera lograr, muy lejos de la imagen ideal. Segundo paso; elegir los materiales, los colores de sus hojas, de su tela, sus texturas. A las hojas las corté una por una, al agua, mojando con un pincel el pliego para luego con las manos y extremo cuidado, rasgarlas, para dejar a la vista, su interior, su materialidad. 
Tenía que hacer un acordeón que agarre todas las hojas en el lomo y así dar lugar a las fotos sin deformarlo. Como no tenía el mismo color manteca usé otro de similar textura pero de color blanco, lo teñí con té y lo sequé al sol.
Para las tapas le haría una escena pequeña y en relieve, desafío para mi vista y la prolijidad de los detalles.

Hasta ahora, lo creativo, la dedicación y la meditación en cada paso.
Comienza lo difícil; agujerear con taladro todas esas hojas, con su acordeón y tapas con una exactitud y prolijidad que no me caracterizan. Tuve que dejar pasar una noche para encarar esta parte en la que si fallaba echaría a perder todo el trabajo anterior. También llamé a mi amiga y maestra Mariana Azcoaga para pedir un consejo.
Otro día, otra frescura, otra luz. Voy al taller dispuesta a lograrlo. Taladro, mecha, tapas con hojas alineadas y sujetadas con prensas. Concentración. Bombeo del corazón. Sudor. 1, 2, 3 YA. Primer agujero bien, segundo también, tercero... de desvía y rompe la mecha. Desastre. Silencio. Contengo el aliento. Me siento y pienso - esto es la verdad, lo real, lo que no salió como esperaba. Debo decidir si abandono la batalla o lo resuelvo, buscándole la vuelta, entrando en el mundo de lo incierto, remendando, reciclando, volviendo a intentar, porque vale la pena todo lo que sucedió hasta ahora.
Pasa otro día, compro otra mecha, dos, por las dudas. Vuelvo al taller. Tomo unos mates como para tomar valor, y cambiando la forma con la que lo hice antes, lo volví a intentar con resultado positivo. Seguía un paso aún más difícil; coser, no con un hilo finito que me facilitara atravesar la cantidad de hojas sin problemas, no. Porque como dije antes siempre me propongo cosas difíciles. Me gustaba como quedaría una cinta. Pasar la aguja con la cinta 3 veces por cada uno de los 8 agujeros sin que se quiebre la aguja, se pinche la cinta, y además quede prolijo era una tarea titánica.
Fui y le dije a José lo que estaba por hacer pidiéndole que si lo lograba me hiciera acordar que no lo vuelva a intentar. 
Lo logré. Sabiendo desde un principio que valía la pena volverlo a intentar.
Felices 14 años José.





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